Hay días que sales a dar un paseo en bici y la hierba bajos tus ruedas esconde un camino, el silencio resulta ser ciclable, las curvas de nivel son viejas paredes de piedra seca tallada, las sendas te conducen a inciertos placeres, el aire que respiras a esas alturas no está clorado y esa falta de civilización hace que confundas las puertas del cielo con otras que fueron diseñadas para el ganado. Pruebas la lluvia de otoño, y no hace daño, te moja, te limpia, te empapa, te hace reír. Descubres que las estaciones pretendían ocultarse otro año más entre pinares y carrascales, haces un trato con ellas, accedes a no delatar sus lúgubres planes a cambio de poderlas atravesar. Y te das cuenta que la amistad se debe mantener a base de frescura y espumosa alegría, vamos...como si te tomaras una cerveza. + Espectacular ruta por el Maestrat realizada en un fin de semana sin fútbol, por cortesía del compa