Iniciar a un compañero de trabajo en el arte de separarlo del asfalto, de ascenderlo a cumbres de belleza y silencio, de despertar sus cinco sentidos mientras trata de mantener intacto aquello que pisa, es uno de los momentos más emocionantes y delicados a la vez, que puedes vivir. Debes elegir con cuidado las escasas palabras que pronuncies, el tono adecuado y la fragilidad de las oraciones, como si fueran los helechos que acarician sus piernas, pues seguramente las recuerde el resto de sus días. y finalmente, debes rodearlo de un ambiente agradable que recompense su esfuerzo, entre tonos ambarinos y blancos espumosos que contraresten el salvaje verde espadá que hace unos momentos acaba de saborear. Jandro, el iniciado, el compañero de trabajo, el que ya desde hoy, es uno más.