Patrimonio sin clasificar.
Bajar un sábado del pueblo a trabajar en bicicleta, además de potenciar todo ese rollo ecológico de respetar al medio ambiente al igual que al resto de animales, plantas y seres humanos y también hacer algo de deporte por estar algo más fuerte, alegre y sano... y bla, bla, bla.......... supone un disfrute tan inmenso para los sentidos, que llega un punto que podrías bajar a ciegas y tan sólo con el olfato, saber en qué punto kilométrico estás.
Si en estos días, se te ocurre dejar Borriol a tus espaldas pedaleando hacia la mar y tuerces a la derecha justo a la altura de los campos de naranjos, entrarás de lleno en una nebulosa de azahar, una explosión de dulzura copará tus glóbulos más rojos que llevarán gozosos toda esa carga de miel por tu sangre hasta la médula espinal, y te hallarás envuelto en armonía, sol, tierra, aire, agua, y poco más...un Patrimonio del Alma, que tenemos al lado de casa, por el que todavía no hay que pagar.
Daros prisa, tanto placer que no paga impuestos, un día se terminará.
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