2.000 km en silencio.
No lo sabía nadie, pero hoy era mi aniversario. Hoy celebraba pedaleando en el silencio de la noche una cifra redonda, desde que pusiera la cadena nueva en mi bicicleta, a principios de año y decidiera registrar mis pedaleos, solo aquellos referentes al transporte de mi cuerpo, de un punto A a otro más lejos, dejando de lado el ocio, el deporte, los retos... y como el que no quiere la cosa, con la paciencia que requiere el gota a gota, que finalmente moldea y ablanda la piedra, me iba llenando de frescor, de madrugadas, de calma, de serenidad, de aullarle a la luna de vuelta a casa, sin ruidos, sin estridencias, sin imponer formas de vida más... ¿perfectas?, tampoco sin un motivo concreto, solo oyendo que de mis adentros algo me decía que estaba haciendo lo correcto, por respetar un poco el aire que sopla y me acompaña al atravesar los valles y desiertos, por dejarles un regalo sin envolver a nuestros nietos, por no meter más leña al fuego, por ser un poco más dueño de mi vida y le